Así lo aseguran los especialistas cerebrovasculares, quienes explican que la situación se debe al miedo a contagiarse de coronavirus que tienen los pacientes. A la vez precisan que la Covid-19 podría agravar el cuadro.Los especialistas calculan que hubo un 45 % menos de consultas.
En el Día Mundial del ACV, especialistas en enfermedades cerebrovasculares alertaron que las personas con ataque cerebral están llegando «más tarde y con peor pronóstico» a los centros asistenciales por miedo a la pandemia, al tiempo que coincidieron en que el coronavirus parece agravar el cuadro por la propia acción «inflamatoria» e «hipercoagulante» del virus.
La jefa de la Sección de Enfermedad Cerebrovascular del Hospital Italiano, Cristina Zurrú, explicó que es esperable un «rebote» en el impacto de las enfermedades cardiovasculares, porque durante la cuarentena obligatoria más estricta «se generaron dos fenómenos» adversos.
«Por un lado, la gente dejó de controlarse, con lo cual tenemos chance de que mucha gente no esté adecuadamente tratada; y, por otro lado, los pacientes con síntomas leves de ACV o no concurrían o llegaban más tarde al hospital por miedo a la pandemia, con lo cual tenemos menos chances de limitar el daño», agregó esta neuróloga.
En ese sentido, recordó que un estudio de la Asociación de Clínicas y Sanatorios demostró que en abril pasado «hubo una reducción del 45% de las consultas -ya sea de control, detección de factores de riesgo vascular o atención de agudos».
«Y con la pandemia, estamos viendo algo que no veíamos desde hace 10 o 15 años atrás que es pacientes con un ACV menor complicado por una consulta ambulatoria diferida, es decir, personas que ante la mínima dificultad para hablar o mover el brazo demoran la consulta, algo en lo que se había trabajado mucho para que no ocurriera», dijo a Télam.
A su turno, el director general del Instituto para el Estudio de las Neurociencias y la Radiología Intervencionista (Eneri), Pedro Lylyk, aseguró que hubo una «involución» en la atención precoz de los ACV.
«Todo lo que habíamos ganado (en tiempo) en el combate del ACV, convenciendo a la gente de que tenía que ir rápido a la consulta, ahora quedó en duda porque le dimos mensajes adversos de que se quedara en casa», dijo este neurocirujano.
Esta medida «tuvo una eficacia fantástica» para frenar la expansión del Covid, pero al ser aplicado a rajatabla y con falta de criterio, trajo como efecto no deseado a nivel mundial una menor llegada de emergencias a las guardias, entre ellos los accidentes cerebrovasculares, «y los que llegaron, fue en peor estado».
«Un estudio en 12 centros de EEUU demostró que los enfermos llegaron dos horas más tarde, en promedio, en relación con el mismo mes del año anterior, con cuadros más graves, peor pronóstico, aumento de la mortalidad y pacientes más jóvenes», agregó.
El accidente cerebrovascular se produce cuando una detención repentina del flujo sanguíneo que irriga una parte del cerebro, provoca la muerte de neuronas por la falta de nutrientes y oxígeno, generándose un daño permanente.
Los ataques cerebrales pueden producirse por la obstrucción de un coágulo (ACV isquémico) -85% de los casos-, o por la rotura de un vaso sanguíneo que genera un hematoma (ACV hemorrágico) -15% restante-.
Se estima que en Argentina ocurren entre 130.000 y 190.000 ACV por año, es decir, uno cada cuatro minutos, de los cuales entre 39.000 a 60.000 terminan en muerte dentro del primer mes.
«La primer causa de muerte y discapacidad en la Argentina es la suma de las enfermedades cardio y cerebrovasculares, que se contabilizan juntas porque tienen varias factores de riesgo en común y se deben tratar en conjunto», dijo Lylyk.
Por tratarse de una urgencia médica, el ACV requiere una atención inmediata para aprovechar al máximo la denominada «ventana terapéutica» es decir, el período de algunas horas que el infarto tarda en desarrollarse y durante el cual es posible realizar intervenciones médicas para evitar o minimizar el daño cerebral.
Dos son los principales tratamientos en el caso del ACV insquémico, cuyo éxito es «tiempodependiente»: la trombolisis con drogas endovenosas (para disolver el cóagulo) y la trombectomía mecánica endovascular (para remover la obstrucción con pequeños stend).
«Cuando se tapa una arteria en el cerebro podemos salvarlo sacando el coágulo; pero para eso tenemos un tiempo que antes era de cuatro horas y media, después pasó a ocho horas y hoy en algunos casos seleccionados es de 24 horas. Pasado ese tiempo, el cerebro ya está infartado y esta intervención puede ser contraproducente», dijo Lylyk.
Por su parte, Zurrú recordó que «la gran mayoría de estos eventos se relaciona con la presión arterial no controlada», mientras que «un pequeño grupo» tiene su origen en «problemas en el desarrollo de los vasos o malformaciones».
Otros factores de riesgo son: tabaquismo, sedentarismo, diabetes, obesidad, colesterol y triglicéridos muy elevados, consumo excesivo de drogas y alcohol, y arritmia cardíaca, entre otros.
No obstante, las personas que logran un cambio en el estilo de vida tienen un 80% menos de riesgo de sufrir un ACV.
«Y más también porque lo único que no se puede predecir es que alguien tenga una malformación vascular o un factor protombótico; pero la gran mayoría de los factores se detectan con un análisis de laboratorio, electrocardiograma y un examen clínico. Por eso son muy importantes los controles en salud», dijo Zurrú.
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