La docente Mariela Guadagnoli, de nuestra ciudad, asistió al Congreso Internacional para la Educación a las Virtudes en Buenos Aires» TRANSFORMANDO ESCUELAS» y habló sobre su proyecto para educar en virtudes del carácter en contextos vulnerables. Fue una de los 20 docentes seleccionados de Argentina, Perú, Chile, Uruguay, México, Colombia y Brasil para llevar a cabo una investigación en distintas escuelas de América Latina, cuyo objetivo era desarrollar las virtudes en los estudiantes y comprender cómo ellas pueden incidir en el aprendizaje, pero, sobre todo, en la vida de los alumnos.
Medios nacionales como Inbobae la describía así: «Mariela Guadagnoli, de Gálvez, Santa Fe, Argentina, impulsó tutorías entre pares de secundaria promoviendo la resiliencia para evitar la frustración y el abandono escolar en argentina».
Y nosotros dialogamos con ella:«Estuve cuatro días en Buenos Aires, trabajando en un proyecto que ya tiene un año y medio de trabajo intenso, cuatro meses de implementación en el aula, recolectando datos y analizándolos. Lo que hicimos en el Congreso Internacional para la Educación a las Virtudes fue exponer los resultados de ese trabajo. Estuve trabajando virtualmente con Sidney Bernal, de Colombia, y con Gustavo Calderón, de México, y nos encontramos en el Congreso para practicar la presentación final. Hubo especialistas de todo el mundo, españoles, chilenos, mexicanos, y nacionales de mucha calidad e increíbles. Asistieron como 500 personas. Sentí mucha emoción al ver en esa pantalla, en la Universidad Austral, a mis alumnos de la 670 mostrando lo que habíamos hecho.
Todos coincidimos en que todos necesitamos ser educados en virtudes del carácter, sea cual sea el contexto. Yo creo que, más allá de ser contextos diferentes, cada docente tiene que analizar qué virtud necesita ese grupo que tiene a cargo y en base a eso trabajar. Y el trabajo debe ser institucional, no lo puede hacer un docente por voluntad propia, sino que tiene que ser un equipo de trabajo con un equipo directivo que lidere, que se anime, que tome decisiones y que flexibilice un poco la escuela para que estas cosas sucedan. Creo que hay que animarse. De hecho, lo estamos haciendo en la 670, que es una escuela de 100 estudiantes.
Estos encuentros generan redes y posibilidades de hablar con otras escuelas y con otros profesionales. Muchos se acercaron después del congreso a charlar conmigo, incluso tuvimos dos propuestas muy interesantes: una de ellas es trabajar en conjunto en un proyecto integrador con la escuela N° 670 y el colegio Lavardén de Buenos Aires; y el otro es un proyecto que se llama “La niña que quiso volar” y es una investigación con perfil de género, y lo queremos hacer en distintos países de Latinoamérica para ver cómo están las chicas en ese aspecto ante las decisiones que tienen que tomar».
Comentarios sobre esta publicación